9/23/2015

El malestar explicativo en la psiquiatría. “La crisis de nunca acabar”.


Parodiando un dicho chino, si te sientas a la orilla del río y esperas con paciencia, verás pasar uno tras otro los modelos imperantes en la psiquiatría.  Habría que agregarle algo circular, pues muchos son reciclados y pasan flotando varias veces. N Rose, del Departamento de Ciencias Sociales, Salud  y Medicina del King´s College en el Reino Unido, ofrece un análisis de la crisis actual (1).  

Llegando ya a la mitad de la segunda década del nuevo siglo, el malestar en el modelo explicativo imperante tiene varias señales.  La primera, la insuficiencia de los sistemas diagnósticos y en particular el creciente consenso en que el sistema diagnóstico del DSM (Manual Estadístico y Diagnóstico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría) ha topado con un callejón sin salida.  El segundo, el hecho de que a pesar de los avances en las neurociencias, a juzgar por el inmenso volumen de investigaciones que se publican anualmente, no contamos con ningún tratamiento biológico nuevo y no hay nuevos medicamentos a la vista, mientras que los existentes muestran cada vez más sus insuficiencias.  Y el tercero, la carencia de modelos explicativos propiamente dichos que sean convincentes y en particular la hasta ahora fallida promesa de un modelo de las neurociencias que logre explicar los trastornos mentales.

En el caso de las más recientes ediciones del DSM la promesa ha sido la de encontrar enfermedades (categorías concretas) que se pudieran identificar mediante biomarcadores y así lograr mayor precisión diagnóstica y terapéutica.  Sin embargo, a pesar de los enormes recursos dedicados a esta empresa, no se ha logrado una sola categoría diagnóstica de ese tipo.  En parte esto se debe a que los límites entre la salud y la enfermedad no son nítidos, y a que diferentes síntomas pueden corresponder a diferentes bases neurales.

Rose critica la respuesta del NIMH (Instituto Nacional de Salud Mental de los Estados Unidos) a esta crisis, la cual consiste en “saltar directamente al cerebro” mediante los nuevos criterios diagnósticos que buscan identificar circuitos cerebrales disfuncionales en las diferentes patologías[1]. 

Otro ejemplo de las limitaciones en las investigaciones biológicas es el hecho de que no hay un mapa genético único que determine un trastorno psiquiátrico complejo como al esquizofrénica, sino que son múltiples variaciones las que logran explicar una parte de la enfermedad.  Dada la complejidad del objeto de estudio, la mente humana, también resulta evidente que pretender encontrar una explicación total no solo es prematuro, sino también ingenuo.  Tal como dice Thomas Insel, director del NIMH, en este momento tenemos un gran cantidad de datos resultado de la investigación en neurociencias: el problema es que no sabemos qué hacer con ellos.

Sin embargo,  no se pueden negar algunos logros importantes.  Por ejemplo, gracias a los avances en la neurociencia al fin se puede aceptar que el paisaje de los trastornos mentales contiene mucho más que neurotransmisores.  Otro punto para considerar es el de la interacción de la adversidad o el estrés con la respuesta total del organismo, conocido con la expresión “cómo logra la adversidad meterse debajo de la piel”. Ello lleva a reconsiderar lo biológico y en especial lo genético no como algo fijo y determinado para siempre, sino como parte de una interacción constante y cambiante entre el individuo y su ambiente.  El creciente interés por los mecanismos epigenéticos ha logrado aclarar los procesos que resultan ya sea en una adaptación  exitosa o en la aparición de alguna dificultad o patología.

Rose  acierta en apuntar que detrás de estas promesas fallidas se encuentra un modelo reduccionista, que busca explicar toda la enfermedad mental solo a partir del cerebro.  El autor también nos recuerda que un trastorno mental es un trastorno de una persona y no solo de un cerebro, y que esta persona es el resultado (en constante evolución) del intercambio dinámico entre la persona (incluyendo su cerebro), el ambiente y su medio social. 

Vale la pena reiterar que las investigaciones han arrojado luces sobre los mecanismos de la interacción entre los genes y las experiencias del ciclo vital y los factores que aumentan el riesgo de enfermedad o que promueven la resiliencia. Hace un buen tiempo que la biología ha incluido la complejidad y la necesidad de múltiples niveles explicativos: una lectura incompleta o superficial de las neurociencias lleva a que sea reducida a explicaciones simplistas.

La integración de los modelos causales de la neurociencia, la psicología y la sociología es una empresa incompleta(2). Para muchos de los profesionales de la salud mental, la pluralidad de modelos explicativos y la necesidad de mantener múltiples perspectivas no es una falla, sino un reflejo de la complejidad de la mente humana y uno de los aspectos más interesantes del trabajo clínico y de salud pública.  Aún con sus insuficiencias teóricas y con su carácter de empresa “híbrida”, la psiquiatría cuenta con herramientas para brindar mejor atención a las personas que padecen trastornos mentales, reconociendo los límites en el conocimiento actual y los enormes retos que presenta el estudio de la mente humana.



Referencias

1.        Rose N. Neuroscience and the future for mental health? Epidemiol Psychiatr Sci [Internet]. 2015 Aug 3 [cited 2015 Sep 14];1–6. Available from: https://kclpure.kcl.ac.uk/portal/en/publications/neuroscience-and-the-future-for-mental-health(3694933a-51c4-4547-96e9-1f61019a81f0).html

2.        Kendler KS. Reviews and Overviews: Explanatory Models for Psychiatric Illness. Am J Psychiatry. 2008;165(June):695–702.


[1] El NIMH es uno de los principales financiadores en el mundo de investigaciones en salud mental, por lo cual sus políticas tienen un impacto enorme en la dirección que toma la salud mental global.  El NIMH está impulsando investigaciones que sean coherentes con su modelo basado en dominios (RDC).