7/20/2016

Tarea común, tarea compartida


Uno de los temas con mayor promoción en el campo de la salud mental global es el de delegación de funciones o “task shifting”.  Las tareas delegadas o encargadas han sido definidas como pasar una tarea existente a trabajadores que tienen menor entrenamiento o un entrenamiento muy específico y poco amplio (1).  En ocasiones, las funciones son asumidas por personal ya existente, mientras que en otras se crean nuevos roles y nuevos trabajadores.  El objetivo de la delegación de tareas es incrementar la eficiencia y alcanzar una mayor cobertura de los servicios de salud.  Algunos ejemplos son el entrenamiento de trabajadores comunitarios y/o personal de enfermería para proveer tratamientos de VIH-Sida y en programas materno infantiles.

Un ejemplo exitoso de labores delegadas en salud mental global es el de las trabajadoras comunitarias en salud, entrenadas en proveer técnicas comportamentales cognitivas en Pakistán, quienes lograron mejores resultados en disminuir la depresión materna comparadas con trabajadoras comunitarias sin entrenamiento (2).

Si se quiere responder a las necesidades de salud mental de la población en un país como Colombia, no alcanza con la prestación de servicios por especialistas en salud mental.  En primer lugar, el número de psiquiatras y de psicólogos clínicos por habitante es baja.  En segundo lugar, la gran mayoría de psiquiatras se concentran (nos concentramos) en las grandes ciudades.  En tercer lugar, los psiquiatras en su mayoría atienden a la población de mayores recursos, ya sea en consultas privadas, ya sea en EPS, o en áreas geográficas que no son marginales.   Hay una enorme disparidad en el acceso a servicios de salud mental para la población más vulnerable. En síntesis, los servicios especializados en salud mental son pocos y están mal distribuidos.

Apoyarse en personas que pertenezcan a la comunidad, o que tengan mayor disponibilidad para trabajar en áreas en donde hay mayor inequidad, surge entonces como una alternativa para incrementar el acceso a servicios de salud.

No es lo mismo compartir tareas que desplazarlas.  En la primera opción, la labor del trabajador en salud mental no reemplaza la de un especialista o un médico, sino que ejecuta acciones dentro de un manejo coordinado.  Las tareas compartidas suponen un equipo de salud con la capacidad para planear, ejecutar, supervisar y monitorear las acciones de salud, con una ruta de atención que indique con claridad cuándo no es suficiente con la atención por parte de los no especialistas.


Figura 1. Esquema general tareas compartidas en salud mental.














Al estudiar la efectividad de las tareas delegadas, es clave preguntarse cuál es la comparación que se está haciendo. Por ejemplo, se puede comparar el resultado en el tratamiento de la depresión administrado por trabajadoras comunitarias vs. el que es ofrecido por especialistas o vs. ningún tratamiento, como es el caso para muchas personas.

El entrenamiento y la supervisión son elementos críticos a la hora de ampliar el rol de trabajadores no especialistas en la detección y manejo de los trastornos mentales. No es suficiente con un curso inicial, sino que hay que dar apoyo continuo, con una adecuada supervisión y entrenamiento. Las tecnologías de información y comunicación de salud (TICs) son una herramienta cada vez más utilizada para dar este apoyo y lograr una mejor coordinación de la atención.  Si se piensa el tema, encontramos que esto no es nuevo: para el caso de muchos médicos y enfermeras rurales, la consulta con especialistas se ha realizado mediante llamadas telefónicas desde hace décadas. La diferencia es hacerlo de manera sistemática y con programas bien diseñados que permitan utilizar las tecnologías con eficiencia y calidad.

Vale la pena aclarar que la necesidad de expandir las tareas compartidas no es solo un propósito de países de medianos y bajos ingresos: en Estados Unidos, por ejemplo, el entrenamiento de las 120,000 trabajadoras comunitarias que trabajan en clínicas o en organizaciones comunitarias ha sido propuesto como  una medida necesaria para solucionar la falta de trabajadores en salud mental (3).

Las tareas compartidas y delegadas no son una panacea que resuelva el problema de escasez de especialistas, acceso a servicios y/o disponibilidad de psicofármacos y psicoterapias idóneas (4).  Las tareas delegadas y/o compartidas no van a reemplazar  a los especialistas en salud mental.  Por el contrario, si se incrementa el campo de acción de la salud mental en atención primaria habrá aún más necesidad de especialistas que participen en la misma.  Sus roles serán diferentes, eso sí, enmarcados en un trabajo de equipo, con énfasis en coordinación, apoyo continuo y consultoría para los casos que no tengan buena respuesta. 

Finalmente, el paciente mismo es parte de un modelo integral de atención en salud mental y su participación activa en las tareas compartidas también debe ser incluido en el modelo de atención.

Referencias

1.        Fulton BD, Scheffler RM, Sparkes SP, Auh EY, Vujicic M, Soucat A, et al. Health workforce skill mix and task shifting in low income countries: a review of recent evidence. Hum Resour Health. BioMed Central; 2011 Dec 11;9(1)
2.        Rahman A, Malik A, Sikander S, Roberts C, Creed F, Lopez A, et al. Cognitive behaviour therapy-based intervention by community health workers for mothers with depression and their infants in rural Pakistan: a cluster-randomised controlled trial. Lancet; 2008 Sep 13;372(9642):902–9.
3.        Alegria M, Alvarez K, Ishikawa RZ, DiMarzio K, McPeck S. Removing Obstacles To Eliminating Racial And Ethnic Disparities In Behavioral Health Care. Health Aff. 2016 Jun 1;35(6):991–9.
4.        Petersen I, Ssebunnya J, Bhana A, Baillie K, Prince M, Patel V, et al. Lessons from case studies of integrating mental health into primary health care in South Africa and Uganda. Int J Ment Health Syst. BioMed Central; 2011;5(1):8.


3/05/2016

Al respecto de la capacidad técnica en salud mental de los equipos de atención primaria



En la anterior entrada se planteó la necesidad de fortalecer la capacidad técnica (o resolutiva) de los equipos de atención primaria si se quisiera implementar un programa de tamizaje para la depresión en la población adulta.  También se hizo un paralelo con las barreras existentes para ampliar los programas tanto de detección temprana como de tratamiento y seguimiento de otras enfermedades crónicas.  Se mencionó también que era probable que los equipos de atención primaria estuvieran mejor preparados para manejar los problemas médicos en comparación con los problemas de salud mental.

La siguiente gráfica de un estudio del 2015 que compara la práctica en la atención primaria de países desarrollados, encuentra una diferencia importante en la preparación de los equipos cuando se comparan la capacidad para abordar los diferentes problemas médicos complejos.






Queda claro que hay menor preparación para los temas de salud mental y de farmacodependencia confirmando una vez más la existencia de una brecha en la atención.

El artículo fue publicado por el Commonwealth Fund . También hay un webinar interesante sobre dicho estudio. 

Y para llover sobre mojado (Marzo 7, 2016):

Bishop TF, Ramsay PP, Casalino LP, Bao Y, Pincus HA, Shortell SM. Care Management Processes Used Less Often For Depression Than For Other Chronic Conditions In US Primary Care Practices. Health Aff. 2016 Mar 7;35(3):394–400.


2/27/2016

¿Tamizaje para la depresión en el sistema de salud colombiano?


El Grupo de Trabajo de Servicios Preventivos de los Estados Unidos (United States Preventive Services Task Force (USPSTF) acaba de actualizar la guía y recomendación sobre el tamizaje de la depresión para adultos (1). Dada la alta carga de enfermedad derivada de la depresión, dicha recomendación puede tener efectos importantes en términos de salud pública. A partir de una revisión sistemática de la evidencia disponible, el grupo de trabajo recomienda el tamizaje de la depresión en la práctica clínica para adultos y para mujeres en embarazo y en el postparto, con un grado B, lo cual significa que hay certeza moderada de un beneficio importante.

La recomendación para el tamizaje sistemático de la depresión parte de dos hechos fundamentales:

1. Hay instrumentos (cuestionarios) para el tamizaje para la depresión que son cortos, sencillos de aplicar, y con buena capacidad para detectar los casos. Adicionalmente, no se han encontrado efectos negativos como consecuencia del tamizaje para la depresión.

2. Una vez detectada la depresión, hay tratamientos efectivos  disponibles (básicamente psicoterapia y/o antidepresivos) cuyos beneficios son mayores que los posibles eventos adversos.

Es necesario aclarar que el cuestionario por sí solo no hace el diagnóstico de depresión.  Si la persona resulta “positiva” según el cuestionario, se debe realizar una entrevista clínica para confirmar el diagnóstico y evitar así los “falsos positivos” y la sobreutilización de tratamientos sin justificación. El cuestionario PHQ-9 (Patient Health Questionnaire) es un ejemplo de un instrumento sencillo para tamizaje de la depresión que ya ha sido validado en Latino América(2).

Esta recomendación, sin embargo, no puede hacerse en el vacío, sin considerar los recursos disponibles en los servicios de salud de la población.  El sistema de salud debe ofrecer un acceso efectivo a las psicoterapias y al tratamiento farmacológico siguiendo el principio de decisión compartida.  Para ello, es necesario contar con equipos de atención primaria con capacidad para brindar estos tratamientos a sus usuarios teniendo en cuenta las preferencias de los mismos.  Existen varios modelos de atención eficaces denominados “cuidado incrementado”, que proveen un apoyo adicional a los pacientes mediante educación, seguimiento activo y coordinación de otros aspectos del cuidado médico, entre otros.  En cambio, la sola detección de la depresión, e incluso el inicio de un tratamiento sin estos elementos de cuidado en equipo, no han mostrado ser útiles a gran escala (3).

¿Existe en Colombia un sistema de salud con los recursos adecuados para lograr este propósito? Ello implica contar con enfermeras, psicólogas, trabajadoras sociales y médicos generales que estén capacitados en tratar la depresión.  Dichos equipos, además, deben ser capaces de ofrecer un seguimiento activo a los pacientes a su cargo y poder consultar con un psiquiatra para el manejo de aquéllas personas que no tengan una buena respuesta al tratamiento, o cuyo complejidad requiera manejo con apoyo especializado desde el inicio. Estudios hechos en Colombia muestran que la capacidad de los médico para detectar la depresión no es óptima aunque sí puede mejorarse luego de un programa educativo (4). Aún así, es menos complicado formular un antidepresivo que brindar una psicoterapia, por lo cual el tamizaje extenso, en ausencia acceso real a psicoterapias, resultaría en un incremento tal vez injustificado en el número de personas con antidepresivos.  Si bien las personas en general prefieren una psicoterapia a un fármaco, la elección del tratamiento puede estar limitado por la falta de psicoterapias en muchos lugares.

De otra parte, los datos sobre acceso en la reciente encuesta nacional de salud mental (2015) tampoco son alentadores y los autores del estudio señalan la existencia de una brecha amplia entre cobertura y acceso real a la atención.   La necesidad de largos desplazamientos para llegar a los sitios de atención fue un hallazgo reiterado en dicha encuesta.

La alta rotación de auxiliares de enfermería, enfermeros, psicólogos y aún de médicos en sitios de atención primaria son también un obstáculo para  lograr formar un equipo de atención básica en salud mental.  Las mismas consideraciones planteadas sobre las barreras existentes en el modelo de atención colombiano, se pueden aplicar grosso modo al manejo de otras enfermedades crónicas.  Tal vez la diferencia es que la educación del personal de salud hace más hincapié en el manejo de las enfermedades médicas, cuya detección y tratamiento puede ser mejor comparado con los trastornos mentales.

Para lograr la detección y tratamiento de la depresión a nivel poblacional es necesario implementar un modelo de atención que logre superar las barreras mencionadas, construyendo un talento humano y fortaleciendo los servicios de atención primaria.  Modelos de atención como el cuidado colaborativo, con apoyo en tecnologías como la telemedicina y los móviles, permiten que los especialistas jueguen un papel más activo y así lograr por fin que la atención en salud mental no se limite a las grandes ciudades y a la práctica privada. 

Mientras tanto, se puede implementar un modelo estratificado, que supone el tamizaje para la depresión en poblaciones de mayor riesgo, tal como lo recomienda la Guía de práctica clínica colombiana para la detección temprana, diagnóstico y atención integral de la depresión(5).  Ejemplo de ello son personas con antecedentes personales o familiares de depresión, enfermedades crónicas, síntomas somáticos múltiples, antecedentes de trauma o con problemas psicosociales.  Este es apenas un primer paso si se quiere avanzar un poco en incrementar la detección de depresión en la población que acude a los servicios de salud.

Más complejo es el tema del tamizaje de la depresión durante el embarazo y el post parto.  La importancia de considerar el efecto de la depresión durante el embarazo es innegable; no solo se trata de un momento de mayor vulnerabilidad para la depresión, sino también que el efecto nocivo de la depresión durante el embarazo y el postparto afecta no solo a la madre sino también al recién nacido.  Aún hay controversia sobre la seguridad de los antidepresivos durante el embarazo y el post parto, y la mayoría de la veces la decisión de tomar o no antidepresivos se debe hacer caso por caso.  Es posible argumentar que dada la complejidad de la depresión durante la gestación y la lactancia, se debe contar con la participación de especialistas desde el inicio.


Referencias

1.        Siu AL, Bibbins-Domingo K, Grossman DC, Baumann LC, Davidson KW, Ebell M, et al. Screening for Depression in Adults: US Preventive Services Task Force Recommendation Statement. JAMA . 2016 Jan 26 , 315(4):380–7.

2.        Baader M T, Molina F JL, Venezian B S, Rojas C C, Farías S R, Fierro-Freixenet C, et al. Validación y utilidad de la encuesta PHQ-9 (Patient Health Questionnaire) en el diagnóstico de depresión en pacientes usuarios de atención primaria en Chile. Rev Chil Neuropsiquiatr. Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía; 2012 Mar;50(1):10–22.

3.        Deneke DE, Schultz H, Fluent TE. Screening for depression in the primary care population. Prim Care. 2014;41(2):399–420.

4.        Gómez-Restrepo C, Bohórquez Peñaranda A, Benavides MO, Gil Laverde JF, Tamayo N, Rey Sánchez D. Health Professional’s Accuracy in Depression Diagnosis after an Educational Intervention in primary level. Colombian Results of the International Depression Project. Rev Colomb Psiquiatr; 36(3):439–50.

5.        Ministerio de la Protección Social - Colciencias. Guía de práctica clínica. Detección temprana y diagnóstico del episodio depresivo y trastorno depresivo recurrente en adultos. Atención integral de los adultos con diagnóstico de episodio depresivo o trastorno depresivo recurrente. Bogotá; 2013.